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Por HUGO KOVALSKI

02/04/2016

Conmovedor relato: “Mi hermano combatió en Malvinas”

Cada vez que se acerca el 2 de abril, recuerdo nítidamente los momentos de angustia vividos junto a mi familia. En gran parte del país se festejaba como si fuese que estábamos por jugar la final del mundo. Todo eso producto del aparato propagandista de la Dictadura, que inventaba y sostenía a ultranza un relato que era muy distinto de la realidad.

Conmovedor relato: “Mi hermano combatió en Malvinas”
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Para mi fueron momentos de mucha tristeza. Algo trágico y doloroso invadía mi corazón. “Polaco”, había sido destinado al frente de batalla. Una carta escrita a las apuradas le decía a mi padre que se iba a la guerra. Y en la guerra mueren personas.

Aun hoy recuerdo la cara lívida de mis padres al recibir la terrible noticia. Me parece verlo todavía cuando salía al patio pretendiendo hacer algo mientras miraba lejos, ocultando su llanto en silencio, durante todos y cada uno de esos días.

Cuando el gobierno Militar tomó las Malvinas, el 2 de abril del 1982, en el país muchos festejaron ese hecho como si fuese que habíamos ganado un mundial de fútbol. De hecho, estábamos en plenos preparativos para el Mundial de Fútbol España ’82. Argentina debutó en ese mundial, defendiendo el título del ’78, cuando el ejército comenzaba a rendirse frente a los ingleses, el 13 de junio, perdiendo frente a Bélgica 2 a 1.

Cuando se invadió Malvinas, muchos salieron a las calles en distintas ciudades de la Argentina. Niños, grandes y ancianos; mujeres y hombres. Un país unido por algo en común, la recuperación de un pedazo de territorio invadido. Las Malvinas siempre fueron, son y serán argentinas. Lo aprendimos en la escuela desde chicos.

Pero en casa el estado emotivo era otro, totalmente distinto. Mi papá, que por ese tiempo era gendarme en actividad, nos decía que nada de eso era para festejar. Que los ingleses no iban a quedarse de brazos cruzados y podríamos entrar en guerra. Seguro lo decía porque intuía lo que iba a pasar pocos días después.

A fines de mayo llegó la noticia menos esperada, mi hermano Luis Alberto, “Polaco” para nosotros, había sido convocado para combatir en la guerra.

Él era Cabo Primero de Gendarmería, recién había cumplido 24 años y prestaba servicio en el escuadrón que custodia la central nuclear de Atucha, en el partido de Zarate, provincia de Buenos Aires. Hacía pocos meses que había concluido el curso de anfibio dictado por el Ejército en Puerto Madryn. También había realizado, en su corta trayectoria en la fuerza, varios cursos especiales.

Era joven, venido de las misiones, con un físico envidiable, muy atlético y con todos los cursos realizados, lo ubicaban entre los setenta mejores hombre de la fuerza.

La Junta Militar nunca pensó que el gobierno Británico iba a querer recuperar las islas, y si lo hacía no iban a ser muchos, por eso ni siquiera convocaron a las demás fuerzas. Fue recién el 26 de mayo, a la una de la madruga, cuando Polaco recibe la noticia que debía ir a Malvinas.

Esa noche del 25 había salido con unos amigos a dar una vuelta por la ciudad y al regresar al escuadrón le dieron la noticia. Paradojas de la vida, mi abuelo, el padre de mi mamá, Don Agapito Solis, combatió en la guerra del Chaco, en Paraguay, entre los años 1932 y 1935. El abuelo nos contó, antes de la guerra de Malvinas, que una persona le había dicho que otro de su familia iba a pelear en otra guerra, y ese fue Polaco.

Bien temprano a la mañana, partió junto a otros hombres y al Comandante Ricardo Spadaro, quien luego sería el jefe del escuadrón de combate, rumbo a Dirección Nacional, la sede central de la Gendarmería, que se encuentra en la ciudad de Buenos Aires.

“El día 27 de mayo en horas muy tempranas, el Director Nacional nos despidió y partimos hacia la Base Aérea El Palomar, allí fuimos despedidos por el Subdirector Nacional de Gendarmería y aproximadamente a las 10 nos embarcamos en un avión Foker con destino a Comodoro Rivadavia. Paramos en una escuela y en el poco tiempo que nos quedaba libre, le escribí una carta a mi papá. En ella le decía que me iba a Malvinas, que le dé saludos a mis hermanos, y que le dé un beso bien grande a mamá y que se encargue de contarle que me iba a la guerra. Esa carta se la di a una alumna de la escuela, a quien le pedí si la podía despachar", recuerda Polaco.

"El viernes 28, alrededor de las 19 partimos a Malvinas en un avión Hércules C 130 de la Fuerza Aérea. Llegamos cerca de la medianoche en medio de un feroz ataque a Puerto Argentino. Fuimos solo cuarenta hombre, más el equipo, el resto debía ir en otro vuelo, pero no pudieron hacerlo. Tuvieron tres intento de aterrizaje en Malvinas pero por los ataques tuvieron que regresar al continente”, cuenta Polaco.

La carta que mi hermano le envió a mi papá no era muy extensa, solo un saludo formal y algunas líneas en la que decía entre otras cosas “discúlpame que no te haya avisado pero me voy a Malvinas, quiero que sepa que yo no voy a mariconear, yo voy a pelear porque estoy preparado para hacerlo. Dale mis saludos a todos mis hermanos, deciles que los quiero un montón a todos, y dale un beso bien grande a mamá, encárgate vos de contarle que me voy a la guerra, vos sabrás como hacerlo”.

Mi papá José “Toto” Kovalski, antes de recibir la carta ya sabía que Polaco iba a Malvinas, por los comunicados (radiogramas) que llegaban a los distintos escuadrones. De hecho la carta la recibe varios días después, cuando ya estaba en pleno combate.

En casa la noticia fue tremenda, se vivieron momentos de mucha angustia, mis padres lloraban a cada rato, era un verdadero velorio. Nosotros no sabíamos qué hacer, porque cuando salíamos a la calle, la gente festejaba porque estábamos en guerra con los ingleses. Todo eso influenciado por el relato épico que instaló la Dictadura, que con sus propagandas logró cooptar a toda una nación y embarcarnos en una guerra para la cual no estábamos preparados como país, ni social, ni militarmente.

Muchos argentinos, pero sobre todo muchos misioneros, correntinos, chaqueños y entrerrianos murieron en esa guerra. Y aun hoy nos duele recordar esos días.

“Yo ya no quiero acordarme más de esa guerra”, suele decir Doña Sixta, mi mamá, cuando se acerca esta fecha. Cómo no entender su corazón angustiado que aún sufre de sólo pensar en aquellos días de llanto y de escuchar la radio buscando saber si su hijo aún vivía.

Por suerte, Polaco regresó con vida, y entero. Varios de sus camaradas del grupo Alacrán no tuvieron la misma suerte. Y muchos “colimbas”, pibes jovencitos, quedaron para siempre sepultados allá. Y en días como hoy, sólo puedo pensar en el dolor interminable de sus padres, sus hermanos y seres queridos.

*Hugo Kovalski

 

La foto es del grupo Alacrán en las Malvinas, en plena guerra en el año 1982. En círculo blanco aparece Luís “Polaco” Kovalski

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